Polvo, corrector, sombras, rímel
y delineador: la máscara de belleza que ocupamos todas las mañanas, pero ¿por qué y
para quién nos maquillamos?
Maquillarse
no es novedad, ya desde Egipto las
mujeres resaltaban principalmente los ojos y labios con mezclas naturales para
darles un toque de color. Incluso podríamos irnos más atrás a antiguas
civilizaciones en las que tanto hombre csomo mujeres maquillaban sus rostros
con algún motivo en especial. Hoy por hoy, se emplea para resaltar la
“belleza”, un término que es muy ambiguo.
Primero
fueron elementos como tierra, cenizas y tintas extraídas de animales o
vegetales; con el tiempo, la industria química nos ha brindado una infinidad de
componentes y colores para el maquillaje, aunque en algunos momentos y con
determinadas marcas o productos, se ha puesto en duda su grado de toxicidad
como los labiales con plomo o la manera en que estos productos de belleza se
prueban en animales para comprobar que no causaran daños a la piel humana.
A
decir verdad, las advertencias anteriores poco importan. Para muchas personas,
con tal de verse bonitas, hacen uso del kit coloquialmente llamado “tlapalería
y pintura”. Desde niñas intentamos imitar a los mayores y usamos labiales,
sombras y hasta talco como polvo para arreglarnos.
Sin
duda usar maquillaje en el nivel que sea es algo común. Incluso para algunas
mujeres es algo necesario, pues salir de rostro lavado a trabajar es casi
impensable, el "qué dirán" de los vecinos y las miradas curiosas por
ver algo diferente y natural espantan e imponen en una sociedad en la que lo
plástico y lo “estético” predominan.
Tanta
se ha vuelto la necesidad de ocupar la pintura para la cara, que es bien sabido
que las mujeres se maquillan incluso mientras van manejando. Si nunca has visto
a una mujer dentro de su carro a las siete de la mañana con tubos en el cabello
y el rímel en la mano y la otra en el volante mientras se miran por el
retrovisor entonces no has tenido la oportunidad de observar uno de los
espectáculos más interesantes.
El
ritmo de vida acelerado ha hecho que las mujeres, por sus diferentes roles a lo
largo del día, tengan que aprovechar su tiempo al máximo, y para ello ocupar el
tiempo de traslado de un punto a otro es el momento ideal para sacarle provecho
y poner en práctica el arte del maquillaje. Existe una pequeña bolsa mágica que
contiene correctores, base, polvo, sombras, delineador, rímel, rubor, labial y
un juego de aplicadores para cada elemento que es capaz de hacer parecer otra
persona a quien lo use.
Maquillarse
mientras se está en movimiento librando topes, baches y conductores del
transporte público que manejan como cafres es una habilidad sorprendente, pues
muchas lograr un delineado perfecto. Algunas son más hábiles con el correcto
empleo de todos los elementos para lucir mejor, habrá quienes son más sencillas
y solo ocupan delineador y rímel.
La
gran incógnita aquí es ¿Para quién nos maquillamos? Si no tenemos vergüenza de
tomar el transporte mientras una gran cantidad de personas nos mira para luego
poner manos a la obra y ser aún más llamativas por maquillarnos en el trayecto,
¿Cuál es el problema de mostrar de vez en cuando nuestra verdadera identidad al
natural? Andar sin maquillaje no solo sería cuestión de seguridad sino de
practicidad.
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