GINA
Lo enterraron con el traje de
novio, me hubiera gustado verlo por última vez, aunque fuera así, parecía
dormidito, me lo imagino. Dicen que su rostro esbozaba una ligera sonrisa, eso
fue siempre lo que me gustó de él, sereno, ecuánime, abogado, mamado de
gimnasio, moreno, alto. Quiero pensar que su último recuerdo fue para mí, que
me amaba y se sabía amado. Me parece casi un milagro que después del accidente
lo hayan reconocido a la primera, ni un rasguño, eso pasa cuando uno se
desnuca, tu cuerpo parece como dormido, sin caras de horror, ni sangre, ni
vísceras de fuera; en cambio yo, yo, yo quedé como Santo Cristo o peor.
Mi mamá siempre había querido
que me casara, que tuviera la boda que ella nunca tuvo, una boda en grande, en
salón, un vestidazo, algo así choncho, no como la que ella había tenido con el
pobretón de su primo; sí, mi mamá se casó con su primo, por lo tanto la boda
que tuvo, fue más o menos jodida, nadie de la familia fue, los testigos fueron
unos que iban pasando, y su vestido fue hecho de terlenka del mercado, que fue
para lo que alcanzó. Después el huevón de mi papito nos abandonó, en ese mismo
instante mi madre se arrepintió toda la vida de la pinchurrienta boda que había
tenido, - por lo menos si te divorcias o te dejan, no dirán que no tuviste un
fiestón.
Así fue pues que mi mamá, se
empeñó en que yo fuera bonita, que en realidad nunca lo fui, grandota, güera y
nada más, hombruna un poco, pero tanto gastó mi madre en su propósito, que
todas sus quincenas de secretaria se iban en el Avon, pa´ que yo usara cuanto
menjurje pudiera mantener mi “belleza”.
Ya para cuanto entré a la escuela patito de turismo, se empeñó en querer
pagarme una operación de senos, - mija… así le vas a gustar más a los hombres,
estás muy plana y las chichis son importantes, ¡podrías conseguir hasta un
doctor!
Y así fue, bueno no conseguí
un doctor, pero sí un abogado. Lo conocí en el gimnasio de la colonia riquilla
de a lado; ahí se me iba todo mi dinero, en el gimnasio, en verme bien, en
cuidar mis siliconas, pero todo empezó a desdibujarse cuando lo conocí, comencé
a vivir el Cindirella Dream, Carlos
era en verdad un sueño, guapo, con una sonrisa hermosa, buena gente, hogareño,
ganaba bien y aguantaba las lambisconerías de la imprudente de mi madre, y mejor
aún, me amaba, como un loco, teníamos tantas cosas en común, que lo más natural
era, ¡claro, pues casarnos! Mis amigas las más envidiosas no paraban de decir
que era muy pronto, que cuatro meses era poco para conocer a alguien, que
todavía ni me acababan de cicatrizar las heridas de la operada de chichis y ya
quería bodorrio, a mí por supuesto, me valía madre toda opinión negativa,
además yo no iba a poner un peso para la boda, Carlos había ahorrado toda la
vida, porque también era su sueño. Total que emprendí la búsqueda de vestidos,
¡uy! Mi mamá estaba que no cabía de contenta, con todo mundo me presumía, y nos
llevamos mejor que nunca, me dio ternura la vieja.
Listo el vestido, lo de la
iglesia y la fecha se resolvió con un pequeño diezmo de ocho mil pesos. Ya
estaba pagado el salón y hasta los músicos, él me daba carta abierta para todo,
y yo quería que mi mamá estuviera orgullosa, era su única hija, y esta sería la
boda que nunca pudo tener, enmendaríamos la mancha de la vida conyugal de mi
madre con su familia.
En lo que se pagaba el título
en Derecho, Carlos trabajaba en un banco como gerente, y ahí conoció a Rubén,
un chamaquito como de 20 años, flaquito, muy simpático, hicieron buena amistad.
– Sería salir el viernes en la tarde y regresar el domingo en la mañanita-,
Rubén siempre nos invitaba a Cuernavaca, allá sus papás tenían una casita con
alberca, siempre nos insistía hasta que esa vez accedimos. Ese fin íbamos a ir
a entregar las invitaciones a los ojetes de los familiares de mi mamá, pero cómo
decirle que no a Carlos, después de todo un fin de semana de descanso no nos
vendría mal, habíamos trabajado muy duro en lo de la boda las últimas tres
semanas, así que mi mamá tendría que ir sola a entregarlas, al fin y al cabo la
boda seguía su curso, y se darían el quemón de sus vida de lo bien que me iba
ir, de lo fabulosa que iba ser mi boda.
Cuernavaca estuvo bien, yo no
podía cargarme mejor cuerpo, tanta dieta y ejercicio en pos de la boda se
veían, Carlos igual, no podía evitar que Rubén hiciera muina, cada que su novia
y la hermana menor de ésta, le echaban miradas cochinas al cuerpo de Carlos, a
mí nada más me daba risa, de hecho nunca me había sentido más segura de mí
misma, hasta me gustaba que se lo comieran con la mirada, él era mío, mi futuro
esposo, mío nada más y me lo demostraba. Ahí tirada junto a la alberca, me cayó
el veinte, lo veía como ensueño, ¡me iba casar chingao!
Ya de regreso no me acuerdo
bien de nada, o más bien hasta donde me acuerdo, íbamos platicando de lo caro
que estaban los terrenos, y ya de ahí no me acuerdo de nada más.
-Esa no es mi hija, ¡esa no
puede ser!
-Señora, véala bien por
favor.
-¡Qué no! ¡No es! Esa no es…
Me encontraron cuatro días
después, en el hospitalito rural, mi mamá me reconoció por el dedo chuequito
que siempre he tenido, pero de la cara, dicen que hasta se desmayó de la
impresión, pobre de mi jefecita, y sí lo creo era muy panchera. Pues resulta
que nos desbarrancamos, como ya te conté, yo no me acuerdo de nada, salí del
coma a los seis días, por lo que después me enteré, sólo Rubén y yo la
libramos, él ahorita está en el bote, la familia de su novia lo demandó, y como
nada más tenía un pié roto, luego luego lo metieron al tambo.
Según el perito, la libré
porque iba atrás del conductor, pero librarla es un mero decir, mejor dicho me
desgracié la cara, el cuerpo, la vida. Para mi mala suerte no había cirujano en
el hospitalucho rural, fractura de cráneo, perdí todos los dientes, tenía la
cara desprendida, de la coronilla a adelante, hasta la mitad de la nariz, perdí
el ojo izquierdo, de plano se me salió de la cuenca, como cereza en almíbar, y
lo único que pudieron hacer por mí, fue coserme la cara como costal de papas, y
para que sanaran las suturas, litros y litros de cortisona, que a la fecha me
tienen hinchado el cuerpo, y no me crece
el cabello, ando rala, parezco loquita.
Ahora nunca podré casarme,
nadie se va fijar en un engendro como yo, lo peor de todo es que perdí al amor
de mi vida, Carlos…
-¿Cuál Carlos?
-Pues Carlos, el amor de mi
vida…
-Tía, usté nunca se casó.
-Pues por eso, por lo mismo
de mi accidente, ve nada más como me chingó la cara.
-¿Cuál accidente? Si usté
nació así, que no ve que su mamá metió la pata con su primo, y usté nació así,
con la cabeza y la cara maltrecha.
-¿Mi mamá? ¿Cuál primo?
-¡Ay tía! Usté siempre
soñando y de fantasiosa, o será que entre más viejita, más pen…
Pobrecita de mi tía, cada que
ve a Carlos, mi novio, se le figura que es un amor suyo como de telenovelas, un
romance de esos que nunca tuvo, y cómo va tener un romance, si está desfigurada,
pero es que eso pasa cuando uno se mete con la familia, así como animalitos,
las criaturas salen mal. Ahora que me voy a casar, como que me he vuelto más
chillona, más corazón de pollo, y me da mucha tristeza como la tienen en la
casa de la risa, rapada, sucia, a medio comer, ya está grande mi tía y yo estoy
joven, estoy por empezar una vida, no puedo cuidarla, esa era la angustia de mi
tía abuela, quién cuidaría de su “niña”, y ahora que ella no está, quién cuidará
de la deforme Gina.
Frida Trejo.
2015
"Carretera". Frida Trejo, 2009. |