Compañeros ideales para los ordenados, nos procuran
aterrizar en nuestra realidad, abrazan nuestra muñeca o por lo menos lo
hicieron en algún momento de nuestra vida; acostumbrados de ver en una pared,
los relojes de pulsera, cucús, o esos que son reliquias familiares con el paso
del tiempo se han desvanecido.
Raúl atiende su negocio de nueve a seis, se
levanta temprano para cuidar al gato de la vecindad en que habita, vive solo y
a unas cuadras tiene su pequeño centro relojero, reparar relojes,venderlos, o
el simple acto de ponerles pilas o limpieza es como resucitar recuerdos.
-Mi nieta me bautizó como señor tiempo, me
pareció dulce. Es importante marcar las horas de las personas, en la
actualidad, la gente ya no suele usar relojes como antes, cualquier aparato
electrónico o gadgets, como los llaman en la tele, tiene uno y claro no pienso
aprender a reparar esas cosas.-
La
relojería Tic-Toc abrió un nublado febrero de 1993, en la misma semana del día
de San Valentín, regalando globos a los transeúntes; con el tiempo, pasó de ser
un pequeño establecimiento a cambiar de ubicación en la plaza Fiesta y tener
toda la isla. Ahora, con más de veinte años de experiencia, Raúl recuerda como
enseñó a su hijo el cuidado de la madera para que los relojes antiguos no fueran
afectados por el aceite y otros aditivos.
-No tengo
miedo a que la gente deje de usar relojes, porque siempre existirá alguien que
quiera recuperar los tesoros de sus abuelos, o gente que ama tanto las
maquinarias de estos artefactos. Lo que se hace con amor siempre se debe cuidar
con ese amor.-
Tiempo es
lo siempre ha girado gracias a las manos de Raúl, quien con mucho sentimiento
en la voz, limpia las manecillas del despertador que le dieron a reparar. –
Ninguna tecnología es mala, a todo le llega su tiempo, y lo importante es que
siempre hice mi trabajo con una sonrisa. -
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