Prácticamente desde su origen la psiquiatría se ha
distinguido por intentar trazar con tanto detalle como sea posible el perfil de
los llamados enfermos mentales (noción que, por cierto, nació justamente con
esta disciplina).
Esta
manera de hacer frente a la locura ha suscitado lo mismo elogios que críticas
y, en algunos casos, estudios un tanto extravagantes de los que es un tanto
difícil que se elaboraron con toda la seriedad o el rigor científicos que,
también es cierto, ha caracterizado a esta indagación sobre lo humano.
Es el
caso de una publicación que data de 1931 en que Siegfried E. Katz, del New York
State Psychiatric Institute and Hospital, dio cuenta de los colores favoritos
de las personas que padecían algún tipo de trastorno psicológico.
Ayudado
por un colega, Katz presentó a 134 pacientes del hospital cartulinas coloreadas
en 6 tonalidades: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. La mecánica consistió en mostrar una por una estas tarjetas
al tiempo que el doctor pedía a sus pacientes que señalaran con el dedo cuál
era su color preferido.
Katz reseñó que algunos de los pacientes se mostraron cooperativos
e hicieron las seis elecciones, mientas que otros rápidamente perdieron el
interés y eligieron únicamente uno, dos o tres colores.
En
cuanto a los resultados, el 38% de los pacientes con dementia praecox (el
término decimonónico para lo que ahora conocemos como esquizofrenia) y
maníaco-depresivos prefirieron el azul, frente al 42% de pacientes con otros
trastornos.
El color
verde fue la elección de solo el 16% de los esquizoides y 9% de los
maníaco-depresivos y el 13% en otros trastornos. El rojo se distribuyó en un
12%, 16% y 15% respectivamente. El naranja y el amarillo fue el perferido de
los maniaco-depresivos, el verde el de la dementia praecox y el violeta para
otras enfermedades.
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