México es un país mundialmente reconocido por la producción de
telenovelas, aquellas que ocupan los horarios estelares en la programación
televisiva y que son capaces de parar al mundo por ver el tan esperado final.
El éxito de tales historias es sorprendente; en sus comienzos fue
innovador, había muchas mentes creativas que buscaban producir contenido
original y atractivo para los televidentes, los guionistas comenzaron por
llevar a la pantalla historias de lo local y lo cotidiano para representar la
vida y las aspiraciones a nivel nacional.
Claro está, que como todo producto comunicativo, las telenovelas han
sido controladas para servir a los intereses económicos y políticos del
momento, por lo que las historias presentadas de lunes a viernes fortalecían
prejuicios, marcaban jerarquías sociales y estimulaban la aspiración -aunque
solo fuera una ilusión- y mostraban el ritmo de la vida contemporánea, incluso
en su momento comenzaron a inculcar la globalización en los pasivos
televidentes que otorgaban una hora diaria (o más) de su tiempo libre.
Hasta hace poco las telenovelas eran aceptables, sin embargo, comenzaron
a verse como un producto de importación, por lo que las televisoras se
enfocaron en vender las historias y crear más y más productos con artistas
reconocidos: las actrices más guapas y los actores más galanes, por lo que las
historias se dejaron de lado. Esto llevo al remake o reinterpretación de
historias clásicas.
Cada telenovela suele tener un propósito, uno o varios mensajes que
reciben los televidentes pero que a ojos de los extranjeros, ese mensaje no es
otra cosa que un reflejo de la cultura y la sociedad mexicana, pero ¿nosotros
como mexicanos reconocemos que las cosas sean realmente así? ¿Eso es lo que
realmente somos?
Las telenovelas tienen estereotipos muy exagerados, algunas historias
caen en lo absurdo, las protagonistas suelen pasarse de “inocentes” y solo
falta el hada madrina para la tradicional boda con que suelen terminar las
historias.
Si bien no todas las telenovelas tienen como base un relato de amor,
está el caso de las historias que tocan diferentes temáticas muy bien definidas
como el tráfico de personas o de estupefacientes, aunque sea de forma
secundaria. Nunca fallan. Sin embargo; tenemos que ser conscientes de la
realidad, las cosas no son así, lamentablemente
todo es mucho más drástico y complicado que como en la pantalla y no
suelen terminar felizmente en muchos casos.
Se podría hacer un experimento: ser más observadores, entablar charlas
con nuestros conocidos, preocuparnos más por los amigos y familiares, generar
ese lazo de confianza y conocer sus historias, aquello que les preocupa y las
aventuras tan interesantes que se pueden vivir en el día a día. Entre nuestros
conocidos podemos encontrar historias, dignas de ser llevadas a la televisión,
tan conmovedoras, divertidas o intrigantes como las de la pantallita.
No está mal que como parte de nuestro entretenimiento veamos la oferta
de programas televisivos, pero no considero que sea justo ver la misma historia
una y mil veces solo que con diferentes caras y con los artistas del momento,
cuando podemos ser parte de una y tratar de disfrutar del tiempo libre que nos
deja el caótico ritmo de vida en México para hacer una variedad de actividades
que no impliquen generar más estrés por saber si Luisa Fernanda encontrará al amor de su vida Carlos Eduardo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
En iNEDITA nos interesa tu opinión, muchas gracias por mostrarnos tu interés por el tema.