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diciembre 10, 2014

Antes muertas que sencillas

Polvo, corrector, sombras, rímel y delineador: la máscara de belleza que ocupamos todas las mañanas, pero ¿por qué y para quién nos maquillamos?


Maquillarse no es novedad, ya desde  Egipto las mujeres resaltaban principalmente los ojos y labios con mezclas naturales para darles un toque de color. Incluso podríamos irnos más atrás a antiguas civilizaciones en las que tanto hombre csomo mujeres maquillaban sus rostros con algún motivo en especial. Hoy por hoy, se emplea para resaltar la “belleza”, un término que es muy ambiguo.

Primero fueron elementos como tierra, cenizas y tintas extraídas de animales o vegetales; con el tiempo, la industria química nos ha brindado una infinidad de componentes y colores para el maquillaje, aunque en algunos momentos y con determinadas marcas o productos, se ha puesto en duda su grado de toxicidad como los labiales con plomo o la manera en que estos productos de belleza se prueban en animales para comprobar que no causaran daños a la piel humana.

A decir verdad, las advertencias anteriores poco importan. Para muchas personas, con tal de verse bonitas, hacen uso del kit coloquialmente llamado “tlapalería y pintura”. Desde niñas intentamos imitar a los mayores y usamos labiales, sombras y hasta talco como polvo para arreglarnos.

Sin duda usar maquillaje en el nivel que sea es algo común. Incluso para algunas mujeres es algo necesario, pues salir de rostro lavado a trabajar es casi impensable, el "qué dirán" de los vecinos y las miradas curiosas por ver algo diferente y natural espantan e imponen en una sociedad en la que lo plástico y lo “estético” predominan.

Tanta se ha vuelto la necesidad de ocupar la pintura para la cara, que es bien sabido que las mujeres se maquillan incluso mientras van manejando. Si nunca has visto a una mujer dentro de su carro a las siete de la mañana con tubos en el cabello y el rímel en la mano y la otra en el volante mientras se miran por el retrovisor entonces no has tenido la oportunidad de observar uno de los espectáculos más interesantes.

El ritmo de vida acelerado ha hecho que las mujeres, por sus diferentes roles a lo largo del día, tengan que aprovechar su tiempo al máximo, y para ello ocupar el tiempo de traslado de un punto a otro es el momento ideal para sacarle provecho y poner en práctica el arte del maquillaje. Existe una pequeña bolsa mágica que contiene correctores, base, polvo, sombras, delineador, rímel, rubor, labial y un juego de aplicadores para cada elemento que es capaz de hacer parecer otra persona a quien lo use.

Maquillarse mientras se está en movimiento librando topes, baches y conductores del transporte público que manejan como cafres es una habilidad sorprendente, pues muchas lograr un delineado perfecto. Algunas son más hábiles con el correcto empleo de todos los elementos para lucir mejor, habrá quienes son más sencillas y solo ocupan delineador y rímel.


La gran incógnita aquí es ¿Para quién nos maquillamos? Si no tenemos vergüenza de tomar el transporte mientras una gran cantidad de personas nos mira para luego poner manos a la obra y ser aún más llamativas por maquillarnos en el trayecto, ¿Cuál es el problema de mostrar de vez en cuando nuestra verdadera identidad al natural? Andar sin maquillaje no solo sería cuestión de seguridad sino de practicidad.







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